Los lectores de “Desde Simblia” me van a permitir que la columna de hoy tenga un componente local muy fuerte. Un componente egabrense. Estos días Cabra está en fiestas que se celebran en honor de María Santísima de la Sierra —la Virgen de la Sierra—que es patrona de la ciudad y un referente para todos los egabrenses y muchos que, sin serlo, le tiene especial devoción.

No se me olvida que, allá por los años ochenta del siglo pasado, un concejal, militante de Partido Comunista de España y representante de dicho partido en la corporación municipal, acompañaba, vela en mano, a la imagen en la procesión que recorre las calles de la ciudad el 8 de septiembre, día de su festividad. A ella asisten las autoridades y la corporación con su alcalde al frente. Al verlo le dije que no me cuadraba su presencia en aquel acto, que tenía un carácter profundamente religioso. Su respuesta fue: “En Cabra con la Virgen de la Sierra no hay quien pueda”. No necesité más explicaciones porque entendí lo que quería decirme. Viene al caso otra anécdota que ocurrió en un lugar, lejos de Cabra —entonces se viajaba menos que ahora—, cuando un egabrense se cruzó con otro paisano cuyo nombre ignoraba, pero lo conocía “de vista”. No sabía como llamarlo y veía que se alejaba. Entonces gritó ¡Viva la virgen de la Sierra! El paisano se volvió de inmediato y respondió ¡Viva! Así fue como se identificaron.

Una de las tradiciones, larga en el tiempo —hoy basta con que algo se repita tres o cuatro años para que la denominen tradición—, que estos días se vive en Cabra es rebolear la bandera. La bandera de la virgen de la Sierra pasea por las calles portada por un abanderado y acompañada por un tamborilero —en una de las entradas de la ciudad hay un monumento a tan popular pareja— que va marcando con su sonido el recorrido. De vez en cuando, se detienen y, al son de sus redobles el abanderado rebolea la bandera bajo la que pequeños, menos pequeños y mayores se agachan y colocan debajo de ella como si bajo su vuelo buscasen la protección de su patrona.

La bandera, sobre cuyos orígenes hay varias hipótesis, es una enseña multicolor donde se ven triángulos de cuatro colores —rojo, amarillo, verde y blanco—. Ese tipo de enseña hace pensar en las banderas que, más allá de la cruz de San Andrés, identificaban a los tercios de la infantería española de la época de los Austrias. Tiene su cruz aspada cuyos brazos están adornados con flores de lis.  Algo que hace pensar que sea posterior al 1700, que es cuando se entronizan los borbones en España.

En cualquier caso, el reboleo de esa bandera sobre las cabezas de quienes se colocan bajo ella estos días en Cabra, es una estampa que resulta familiar a los egabrenses que llevan a cabo, el cuatro de septiembre, la bajada de la imagen de su patrona desde el Santuario en la cumbre de la sierra que llamaron Simblia hasta la ciudad, donde permanecerá —es otra tradición— hasta el primer domingo de octubre posterior al día cuatro.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 5 de septiembre de 2024 en esta dirección)

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